El escritor François Zumbiehl invita a los taurinos a movilizarse y ser beligerantes a favor de la fiesta de los toros
Los taurinos tienen que ser beligerantes a favor de la fiesta de los toros. Ese fue el llamamiento del escritor francés François Zumbiehl durante su intervención en las XV Conferencias Taurinas organizadas por el Colegio de Veterinarios de Huesca que se celebraron el pasado 2 de agosto en el Hotel Pedro I de Aragón de la capital oscense. Ante más de un centenar de aficionados, profesionales, sanitarios y autoridades, el escritor también animó a los taurinos para que divulguen la fiesta de los toros entre los jóvenes.
El presidente del colegio de veterinarios de Huesca, Fernando Carrera, realizó la presentación de François Zumbiehl, catedrático de Cultura Clásica y doctor de Antropología Cultural por la Universidad de Burdeos que ha escrito varios libros sobre el mundo de los toros.
Carrera hizo mención a una actividad que había tenido lugar en la plaza de toros oscense, con las mairalesas de la ciudad como protagonistas. Él mismo les mostró las instalaciones de la plaza y les hizo un acercamiento a lo que es la fiesta de los toros. En las Conferencias Taurinas de Huesca había precisamente una representación de las mairalesas, que siguieron los comentarios de los participantes.
Fernando Carrera habló de esta fiesta como un modelo de arte y de vida, algo que está presente en la poesía, la novela y el teatro. Citó la Generación del 27, que “dejó textos inmortales dedicados a la tauromaquia (con referencias a Joselito y Belmonte)”. Y añadió: “El arte de torear, del mismo modo que la literatura, las artes plásticas, el cante y la danza, es una manera de expresarse”.
PREMIO DE LA FERIA DE SAN LORENZO 2017
Durante estas XV Conferencias Taurinas se dio a conocer el ganador del premio al toro más bravo de la Feria Taurina de San Lorenzo 2017, que recayó en el toro Pensador, de la ganadería La Palmosilla, resultaba ganador del premio al toro más bravo de la Feria Taurina de San Lorenzo 2017.
Al final del acto, a concejala delegada de la plaza de toros del Ayuntamiento de Huesca, María Rodrigo y al nuevo presidente de la Peña Taurina de Huesca, Pablo Ciprés recibieron un reconocimiento con la entrega de un plato de cerámica típica de la tierra, que también recibió el conferenciante.
TEXTO DE LA INTERVENCIÓN DE ZUMBIEHL:
Antes de preguntarse sobre el futuro de la fiesta seamos conscientes de su larguísima historia: la primera representación rupestre de una tauromaquia tiene más de 25.000 años y el toro, como animal totémico, está presente en las civilizaciones mediterráneas desde su nacimiento.
La corrida en su forma actual nace con el Siglo de las Luces y significa básicamente la toma de poder en ella por el pueblo: “los de a pie” se convierten en los auténticos protagonistas. Las técnicas taurinas y el espectáculo se racionalizan con las nuevas reglas y códigos introducidos por Pepe Hillo y Paquiro. Por otra parte el toreo se convierte en un arte cada vez más refinado, sobre todo con la revolución estética marcada por Joselito y Belmonte y profundizada por Chicuelo, Manolete y Paco Ojeda. Paralelamente hay que notar el gran trabajo desarrollado por los ganaderos, principalmente en la raza Vistahermosa y en el encaste Parladé, para seleccionar en los toros una bravura adecuada a esta nueva forma de torear.
¿Se ha pasado la Fiesta en este camino de perfección? Tal vez. En muchos casos, en el espectáculo actual ya no se produce la combinación equilibrada entre la emoción estética y esa otra que suscita la evidencia de la lidia y del peligro. El toreo se hace demasiado previsible como también lo son la mayoría de los toros, que han perdido esa casta exigente de tiempos anteriores. Ya no mandan los ganaderos, ni socialmente ni económicamente, sino unas cuantas figuras. Para lograr una cierta rentabilidad en las ganaderías se ponen fundas a los toros, lo que es una manifiesta imagen de manipulación que contradice su estatuto de animales indómitos y casi salvajes. Por otra parte el espectáculo de la corrida se ha reducido bastantes. De los tres tercios para el público en su mayoría sólo cuenta el último, el de la faena de muleta, y no se dan suficientes oportunidades a los toreros aspirantes o emergentes.
En cuanto a las amenazas externas para el futuro de la Fiesta, la idiosincrasia de la sociedad contemporánea hace que una gran parte de ella ya no entienda el significado y los valores de la tauromaquia. Por influencia de las culturas anglosajones la muerte, tan presente en las civilizaciones del Mediterráneo, se esconde en el espacio público, y por lo tanto esa convivencia o diálogo entre la vida y la muerte, que constituye el núcleo de la tauromaquia y del arte del toreo, se hace menos entendible para muchos. También en nuestra sociedad, dominada por el entorno urbano, se desconocen las realidades del campo y las tradicionales relaciones entre hombres y animales. Eso explica la radicalidad del animalismo actual que considera que el animal debe tener igualdad de derechos que los humanos.
Frente a esta ideología y a estos ataques externos los aficionados, apoyándose en los tratados europeos y las convenciones de la UNESCO, deben defender su derecho a la libertad y la diversidad de su cultura, recordando además dos evidencias: los toros no son de derechas ni de izquierda; son del pueblo, o de los pueblos que se identifican con ellos. Y la aportación ecológica de la tauromaquia es insustituible, no sólo porque mantiene los encastes únicos de la ganadería brava, sino también porque el entorno en el cual están criados es un ecosistema fundamental para la fauna y la flor salvajes.
La tauromaquia, por su parte, debe evolucionar como cualquier empresa humana, pero sin perder sus valores fundamentales. Esta evolución no pasa por la supresión de todas sus fases cruentas hasta convertirse en un ballet o simulacro sino, por el contrario, por la restitución de las condiciones que la consagran como un rito, un espectáculo y un arte de una autenticidad excepcional, basado en la emoción del enfrentamiento/diálogo entre el hombre y un animal indómito, el cual, después de haber expresado su bravura debe morir dignamente en la plaza, como un adversario por no decir un héroe respetado. Ese respeto, eso sí, exige que después de la estocada no se prolongue indecorosamente su agonía y que se encuentre la forma de remediar a los fallos demasiado frecuentes del descabello y de las puntillas, y que se acabe pronto con esta agonía.
En última instancia la voz de los aficionados debe hacerse oír para justificar su adhesión a la fiesta de los toros y exigir que se les respete, para ser consultados y tomados en cuenta –como se hace en la Francia taurina– en el momento de organizar los espectáculos y de elaborar los carteles, y para transmitir a las jóvenes generaciones su afición y la responsabilidad de hacer evolucionar la corrida. Si esta afición deja de ser compartida por los jóvenes y está en vías de extinguirse, entonces que sea sin perder un ápice de su dignidad, como muere el toro bravo.