Jornada sobre sector porcino, comercio exterior y riesgos sanitarios
Quintiliano Pérez Bonilla, actual presidente de la Asociación del Cuerpo Nacional Veterinario y exdirector general de Ganadería del Magrama, fue el ponente en una jornada sobre el sector porcino que organizó el Colegio de Veterinarios de Huesca y al que asistieron 45 colegiados y profesionales del sector.
Tras una breve presentación a cargo del presidente del Colegio, Fernando Carrera, que expuso a los participantes la situación de crisis económica por la que atraviesa el sector porcino en estos dos últimos años y la gran proliferación de granjas de porcino en la provincia, Pérez Bonilla abordó su intervención centtrándose en la evolución del sector de 1986 a 2014, su participación en la evolución del comercio exterior y los riesgos sanitarios que le acechan. Especial énfasis puso en el riesgo sanitario que supone la recogida de animales muertos de granja en granja y en sus posibles soluciones.
De 1986 a 2014
El año 1986 fue el de la entrada efectiva de España en la Unión Europea, y coincidió con el primer ejercicio de puesta en marcha del Programa Nacional Coordinado de Lucha contra la Peste Porcina Africana.
Las exigencias internacionales y el compromiso netamente europeísta del país obligaron a España a erradicar un conjunto de enfermedades, como la PPA, PPC y FA, que impedían nuestra competencia internacional al mantener permanentemente cerrados los mercados.
La actuación conjunta de la Administración, el sector del porcino y el papel clave de la profesión veterinaria consiguió en cuatro años lo que no se había conseguido en 27; es decir, lo que no se había alcanzado desde el año 1962, fecha de la entrada en España de la PPA procedente de Portugal, hasta 1989 en que se inician las primeras exportaciones españolas a Francia, justamente a los cuatro años de la puesta en escena del Programa de Lucha contra la Peste Porcina Africana (1985). Desde entonces, la evolución del sector ha sido espectacular, y en estos momentos España es el primer país de la Unión Europea en censo total de animales y parque de reproductoras, por delante incluso del hasta ahora líder europeo, Alemania. Y estamos situados en los puestos de cabeza mundiales, tras China y Estados Unidos.
El sector porcino es el primer sector ganadero, representando el 37 por ciento de la producción final ganadera y el 14 por ciento de la producción final agraria española, con un valor de la producción de alrededor del 6.000 millones de euros, cifra equivalente al 0,6 % del PIB.
Los efectivos actuales ascienden a más de 28 millones de cabezas, con 2,5 millones de reproductoras aproximadamente, un volumen de animales sacrificados en el año 2014 de 43,5 millones de cabezas y una producción de carne muy cercana a los 3,7 millones de toneladas.
A pesar de las sucesivas crisis de precios que el sector ha sufrido a lo largo de estos treinta años, el actual sistema de integración, como fórmula productiva aplicada en España, ha permitido no solamente su mantenimiento sino también el crecimiento señalado anteriormente.
Comercio exterior
En 1986, las exportaciones españolas de porcino alcanzaron 5.787 toneladas, cifra que se eleva extraordinariamente en el año 2014, hasta 1.510.974. Este último ejercicio la balanza comercial de carne de porcino es positiva en 1.285.181 toneladas tras exportar a más de 120 países, entre los que cabe destacar Francia, Portugal, Italia, Reino Unido y Alemania (dentro de la Unión Europea) y China, Japón, Hong Kong y Corea del Sur, principalmente.
El valor económico de las exportaciones dirigidas a la UE se elevan a cerca de 2.762 millones, lo que sumado a los 817 exportados a países terceros arrojan una total de 3.579 millones de euros, cantidad que contribuye de forma decisiva a robustecer permanentemente nuestra economía, con independencia de las crisis económicas o políticas por las que atraviese España en cada momento.
No obstante, es preciso señalar que la enorme capacidad productiva alcanzada no ha sido acompañada por el crecimiento en paralelo del consumo de carne y productos transformados en España, lo que ha dado lugar a un nivel de autoabastecimiento del 157 por ciento, que obliga a nuestra industria cárnica a exportar permanentemente en competencia con otros países comunitarios y no comunitarios.
En consecuencia, nuestro sector porcino puede considerarse como un gigante con los pies de barro puesto que su mantenimiento depende de su capacidad competitiva en el exterior, siendo necesario para sobrevivir que cumpla tres premisas fundamentales : exportar, exportar y exportar.
El futuro del sector es particularmente interesante si se tienen en cuenta tres puntos:
El aumento constante del consumo de proteínas de origen animal correspondiente a los países terceros, proporcionado fundamentalmente por huevos, leche y carnes de pollo y cerdo, continuará en el futuro.
La capacidad competitiva del sector, frente a otros bloque económicos, está acreditada.
Por último, las férreas normas comunitarias de seguridad alimentaria, mucho más duras que las de otros países competidores, permiten garantizar la absoluta calidad higiénico-sanitaria de nuestros productos, lo que eleva su prestigio internacional.
Riesgos sanitarios
Entre los peligros que de forma permanente acechan a nuestra capacidad exportadora destaca el riesgo de cierre de nuestras fronteras por la eventual entrada en España de enfermedades como la PPA, la PPC o la FA.
El riesgo existe, máxime cuando en Europa se encuentran países afectados de PPA como Polonia, Bielorrusia, Ucrania, Lituania, Letonia o Estonia. De PPC, como Alemania, Luxemburgo e Italia. O afectados por FA, como Marruecos, Argelia, Túnez o Libia, que están muy próximos a nuestra geografía.
La presencia en España de cualquiera de las tres enfermedades señaladas anteriormente originaría con toda seguridad un cerrojazo brutal e inmediato para nuestro comercio exterior, cerrojazo que si bien se podría ir suavizando paulatinamente hacia países de la UE pondría en gravísimas dificultades el comercio con países terceros y por tiempo indeterminado y difícil de prever.
Para intentar evitar lo anterior, se hace imprescindible disminuir los riesgos sanitarios existentes que permiten la transmisión de enfermedades, poniendo todas las medidas a nuestro alcance que fortalezcan la bioseguridad de las explotaciones.
Todo ello, con independencia de mantener el conjunto de medidas clásicas y necesarias que actualmente se ponen en práctica en nuestras granjas como son el control de entrada de animales y reproductores de calidad sanitaria garantizada, cerramiento perimetral, vado sanitario, arco de desinfección, cambio de ropa, calzado, ducha, evitar la permanencia de perros y gatos, medidas DDD, impedir visitas indeseadas y no programadas, control de vehículos de reparto de medicamentos, dosis seminales, transporte de animales, cubas de purín, escrupuloso manejo sanitario en la utilización de vacunadores, cambio de agujas, utilización de jeringas estériles, etc.
Como complemento de las medidas anteriores, se ha realizado un profundo análisis del riesgo que suponen los vehículos de transporte, en función de una serie de circunstancias a tener en cuenta, y que produciéndose a diario en nuestras granjas hacen más o menos peligrosa su capacidad de difusión de las enfermedades.
Estas circunstancias son:
1.- El tipo de mercancía transportada con destino a nuestras explotaciones: piensos, animales vivos, animales muertos.
2.- Las veces que a lo largo del año los vehículos cargan y descargan en las granjas.
3.- SI el transporte se realiza de forma directa desde el origen correspondiente a la granja, sin pasar o pasando previamente por otras explotaciones.
4.- Si los vehículos llegan a nuestras granjas vacíos y realizan una sola carga de animales o entran en nuestras granjas cargados con otros animales ajenos y procedentes de otras granjas.
5.- Si han sido previamente desinfectados o no.
Asignando puntos de riesgo para cada una de las circunstancias señaladas anteriormente se obtiene al final un resultado o suma de puntos negativos para cada una de ellas, resultado que nos permite comparar de forma objetiva y medible el nivel de riesgo.
Como consecuencia del estudio anterior se sacan varias conclusiones:
Primera.- Si bien se puede afirmar con carácter general que los vehículos de transporte son un riesgo para la transmisión de enfermedades, es preciso concretar con rigor que este riesgo no es igual en todos los casos.
Segunda.- El riesgo va aumentando en función del tipo de mercancía a transportar, (no es lo mismo transportar pienso o materias primas que animales; y, en este caso, no es lo mismo animales vivos sanos que animales muertos). El riesgo, además, va aumentando en función de las veces que el vehículo llega a nuestras granjas a lo largo del año, si ha sido previamente desinfectado o no y si llega a las mismas vacío o cargado de animales vivos o muertos y procedente de otras granjas.
Tercera.- El riesgo aumenta enormemente cuando el vehículo llega a nuestras granjas a cargar animales muertos, procedente de otras explotaciones donde también ha cargado animales muertos, realizándose dicha carga en vehículos no desinfectados previamente a la misma, en vehículos no vacíos, sino cargados con otros animales muertos, realizándose las cargas de granja en granja y elevándose el número de cargas en cada granja, al menos 100 o más veces por granja y año.
En consecuencia, concluye el ponente, “con los datos obtenidos en el estudio señalado, consultada la bibliografía veterinaria correspondiente, y teniendo en cuenta la evidencia científica y mis años de experiencia en Sanidad Animal, considero por tanto que la recogida de animales muertos de granja en granja supone un importante riesgo sanitario para la transmisión de las enfermedades de la especie porcina, que puede perjudicar seriamente nuestro comercio exterior en el caso de aparición de enfermedades graves como la PPA, la PPC o la FA. Además de contribuir también a la difusión de las enfermedades consideradas exóticas, no presentes en nuestra geografía ganadera y que pueden haber sido introducidas recientemente provenientes de otras latitudes”.
Y ello sin olvidar las denominadas enfermedades ordinarias, que se encuentran habitualmente en mayor o menor intensidad en nuestra cabaña porcina nacional, como procesos respiratorios de diferente etiología, procesos digestivos, PRRS, etc., lo que dará lugar a la disminución de la rentabilidad de las granjas, por el aumento en el número de bajas, repeticiones de celo, retrasos en los crecimientos, aumento en el gasto de medicamentos, menor producción de lechones por cerda y año, menor producción de animales con destino a matadero y en definitiva menor rentabilidad de nuestro negocio.
De hecho, la legislación vigente avala la tesis anterior, al considerar la prohibición de la recogida de animales muertos en las zonas sometidas a restricciones y controles sanitarios oficiales por la presencia de enfermedades de declaración obligatoria en las zonas correspondientes.
Soluciones
Para evitar los problemas anteriores, hoy existen en España nuevos sistemas de recogida de animales muertos que evitan o disminuyen de forma importante el riesgo de transmisión de enfermedades durante su transporte. Sistemas que, como el Sistema Biosecúritas (patentado), actúan de la forma siguiente:
-Limitan la recogida de los animales muertos al máximo, 3 ó 4 veces por granja y año.
-El vehículo de recogida se traslada vacío, lavado y desinfectado desde la planta de tratamiento del subproducto Sandach II hasta la granja de carga.
-El subproducto Sandach II hidrolizado que se carga en una granja no pasa por ninguna otra explotación hasta llegar a la planta de destino, donde se efectúa el tratamiento del mismo.
-El Sistema Biosecúritas está basado en la utilización y empleo de un número determinado de hidrolizadores, que se colocan en la explotación, donde se incorporan los animales muertos recogidos cada día de las naves correspondientes.
Una vez llenos, permanecen cerrados y en hidrolización al menos tres meses. Transcurrido este tiempo, se cargan en el vehículo adecuado y se trasladan a la planta de tratamiento, sin que el subproducto Sandach II hidrolizado que contienen pase por ninguna otra granja.
-En la planta, el hidrolizador es vaciado, lavado, desinfectado y cargado de nuevo en el vehículo previamente desinfectado y transportado a la granja de origen para una nueva utilización.
-El Sistema Biosecúritas está basado en la utilización de la hidrólisis, aprobada por la legislación vigente, tanto europea como española.